
En psicología se alude con frecuencia a las relaciones tóxicas de forma genérica, pero la realidad es que no existe una definición concreta que delimite lo que implica éste término. En principio, una relación tóxica es aquella que te hace sentir aislado, incomprendido, degradado o atacado. En un nivel básico, cualquier relación que te haga sentir peor en lugar de mejor puede volverse tóxica con el tiempo. De modo que una relación tóxica puede desarrollarse en casi cualquier contexto, desde el colegio hasta en una empresa, en la pareja, en un grupo de amigos o en la familia. Lo característico de éste tipo de vínculo, consiste en que el propio bienestar se ve amenazado a nivel emocional, psicológico o físico.
En una relación tóxica, una de las partes se comporta de forma abusiva y maltrata a la otra de forma sistemática, produce dolor o daño y puede provocar lesiones físicas o psicológicas graves. Las relaciones tóxicas son difíciles de detectar a priori, porque un maltratador potencial suele comportarse de forma muy seductora al principio y de forma progresiva va tomando una actitud dominante, volviéndose destructivo a medida que el paso del tiempo afianza la relación. Lo habitual es que el daño se produzca en el seno de la pareja y sea difícil de delimitar, porque la persona tóxica tiene habitualmente una personalidad narcisista o psicopática, de forma que tiende a aislar a la víctima con la finalidad de desarrollar el maltrato. Las víctimas, acaban permitiendo que el maltrato se normalice, pues son incapaces de ver el problema incluso cuando la familia o amigos le señalan qué la situación se ha vuelto anómala y lesiva.