UN FRACASO EMOCIONAL NO ES UNA DERROTA, SINO UNA OPORTUNIDAD.

Aprender a perder sin sufrir exceso es más importante que ganar. Cada derrota debe entenderse como una invitación al análisis, en el que podemos evaluar las razones por las que no conseguimos nuestro objetivo. Ello nos brinda la posibilidad de rectificar y buscar nuevas soluciones. Sin embargo, la victoria tiene un efecto euforizante y como nos agrada, lo habitual es que no invirtamos tiempo en pensar en cómo se produjo, porque lo que prima es disfrutar el momento.

Una derrota en sentido genérico, puede aparecer en muchos ámbitos de nuestra vida (la pareja, el trabajo, la salud…) y tiene muchas dimensiones, que van desde situaciones menores como un ascenso, una pérdida de empleo o una separación de pareja, hasta situaciones graves como es la muerte o una enfermedad crónica. El hecho de perder algo se denomina “pérdida” en psicología, siendo una circunstancia habitual que nos sucede en muchas ocasiones a lo largo de la vida. Puesto que lo habitual a medida que avanzamos en edad es perder ventajas que han sido conseguidas previamente, estar preparado para digerir una pérdida sin excesivo sufrimiento es una buena actitud para continuar sin hacernos demasiado daño a nivel psicológico.

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